¿Qué era un «barragán»?
Confección de un diccionario dedicado a la cultura material importada por los procuradores jesuitas a sus provincias ultramarinas.
Los investigadores que trabajan con documentos relativos a la historia de la cultura material, del consumo o de la economía en la Edad Moderna, se topan una y otra vez con denominaciones de objetos de complicada clasificación, ya sea porque hoy en día el objeto ha caído en desuso o porque la designación ha cambiado. En aquella época y a nivel global, la transferencia de cultura material de los jesuitas a sus provincias de ultramar fue una de las más amplias. Principalmente consistía en géneros para la liturgia y el adorno de las iglesias incluyendo numerosos objetos de devoción, pero también de cosas necesarias para la vida cotidiana de los misioneros, como instrumentos científicos y herramientas para promover los oficios locales y, por supuesto, grandes cantidades de libros, esencialmente de carácter religioso, pero también farmacéutico y técnico. De este trasiego se han conservado, en diferentes archivos, una variedad de documentos asociados con procuradores jesuitas que viajaron a Roma; entre ellos, pedidos, listas o libros de compras, facturas, registros de barcos, etc., de los cuales algunas transcripciones se publicarán próximamente en el sitio web del proyecto ProJesArt. Asimismo, se está elaborando un léxico de este vocabulario específico. El planeado diccionario de objetos viajeros o “Diccionario de objetos transportados por los procuradores jesuitas” (título provisional) pretende proporcionar a los investigadores una herramienta complementaria para entender mejor la constitución de la cultura material transferida por la Compañía de Jesús, para poder estudiar luego su adaptación a las realidades de los indígenas a evangelizar y la influencia en el desarrollo local1.
Aunque los diccionarios de los siglos XVI al XVIII suelen facilitar la interpretación de las denominaciones, hay múltiples objetos no registrados en ellos. Por lo general, las ausencias atañen a fenómenos estéticos fugitivos o modas de relativa corta duración, como también pudo pasar con cierta mercancía de lujo. Para conocer un ejemplo, dentro del grupo de objetos devocionales, resulta útil echar un breve vistazo a la amplia gama de rosarios que se registran en las diversas listas de compras y facturas de los procuradores jesuitas. Los rosarios suelen dividirse por su tipo, según su propio propósito, lo que se refleja en el número de cuentas de oración (de una decena, de cinco o hasta de cincuenta decenas) y, por otro lado, por su materialidad. Por esto último se entiende no sólo el material del que está hecho, sino también su elaboración artesanal y tratamiento estético, es decir, como producto del modelado artístico y la puesta en escena, cuyo análisis solamente es accesible en su respectiva presencia mediática, cultural y simbólica2. Así, los «rosarios de lapislázuli» comprados en Italia aparecen con frecuencia en las mencionadas facturas y listas de compras. Esta piedra preciosa siempre ha sido muy cara. Molida en pigmento, se utilizaba en la pintura cristiana europea como pigmento azul de gran intensidad cromática para los mantos marianos, pero debido a su elevado precio, sólo se empleó en obras selectas. Sin embargo, los “rosarios de lapislázuli” anotados en las listas de compras de los miembros de la Sociedad de Jesús tienen un precio relativamente bajo. Por esto, se puede deducir que se trataba de rosarios fabricados con material de imitación: una masa de vidrio del color correspondiente, tal como figura en la literatura especializada de los artesanos de la época y también en el diccionario contemporáneo del jesuita español Esteban de Terreros y Pando, quien la describe como una «piedra preciosa sembrada de pintas de oro sobre un azul celeste, y que se remeda mui bien en Roma con una pasta de vidrio, que emplean en cajas, rosarios &c.»3. El material de las cuentas podía tener un gran significado en el contexto de la alegorésis de las piedras preciosas mencionadas en la Biblia y, además, se les atribuían poderes apotropaicos. Curiosamente, esto también se aplica a las imitaciones de las piedras preciosas, toda vez que lo decisivo era el color, el brillo y la transparencia, es decir, la mera similitud con los materiales imitados. Eso también se puede observar en las reproducciones de rosarios, elaborados por los neófitos en las misiones guaraní-jesuíticas del Paraguay con la materia prima local4.
Uno de los grupos de mercancía más complejos de definir con precisión dentro de estos “objetos viajeros” es la vasta gama de tejidos que se llevaba regularmente en grandes cantidades a las provincias jesuíticas. El “barragán” mencionado en el título pertenece a este grupo. Afortunadamente, además del número creciente de investigadores dedicados a la historia de la cultura material (la que se dedica a las relaciones entre las personas y sus cosas, es decir, la fabricación, la historia, la circulación y la interpretación de los objetos), cada vez son más los lingüistas que se dedican a este campo. Sus estudios incluyen cuestiones filológicas y observaciones etimológico-históricas con el fin de ampliar los conocimientos de este campo léxico del comercio internacional5. La complejidad para clasificar los tejidos que figuran en los documentos correspondientes tiene varias razones de ser. Las definiciones de un término específico que aparecen en los diccionarios mono- o plurilingües mencionados arriba pueden diferir considerablemente, debido a que en el curso del tiempo un tejido iba cambiando su materia fibrosa o el tipo de ligamento (es decir, la disposición de los hilos de la urdimbre y de la trama). De este modo, una misma denominación puede referir a dos tejidos históricamente diferentes. Los términos también pudieron cambiar o haber sido seleccionados y añadidos por el fabricante mismo. Además, existen calificativos regionales o locales para un mismo tejido, así como variaciones o simples errores ortográficos. No hay que olvidar tampoco que, al llegar a los mercados europeos, la gran variedad de tejidos importados de las «Indias orientales» pronto fueron imitados y fabricados en los distintos centros textiles europeos, vendiéndose bajo nuevos nombres. A menudo, las denominaciones de los tejidos son sólo una referencia al supuesto lugar de fabricación o al lugar de comercio de la época, sin ninguna indicación sobre el material de la fibra o el tipo de ligamento y muchos términos del mercado europeo se solían hispanizar. Los tejidos adquiridos por los procuradores jesuitas en Europa y anotados en las listas conservadas se dividen en dos grupos: unos tejidos más sencillos para la vestimenta cotidiana de los miembros de la orden, y otros de toda una gama de sedas preciosas y costosas destinadas a ornamentos eclesiásticos, paramentos y hábitos litúrgicos, frontales y otras piezas vinculadas con el culto, a veces en ternos completos ya confeccionados. En efecto, en las provincias jesuíticas había una gran necesidad de estas telas finas y nobles para el culto, pero también para los trajes de las numerosas fiestas eclesiásticas con sus comparsas o danzantes y para las representaciones teatrales, así como para las imágenes de vestir. Muchas veces las telas importadas también servían de modelo para imitarlas en las policromías de las tallas cristianas realizadas en los pueblos de misión6. Cabe mencionar que los textiles europeos no sólo eran estimados en la misión, varios documentos demuestran que los miembros de la Compañía los importaron también para personas ajenas a la orden.
La particularidad del “Diccionario de objetos transportados por los procuradores jesuitas” en curso es que no se tratará de definiciones generales ni de una mera recopilación de diversos diccionarios contemporáneos y modernos, sino que se centrará en el significado específico que estas piezas tuvieron en su época y en el contexto jesuita, sobre la base del tipo de documentos arriba mencionados. En el caso de los textiles, esto significa que se buscará en ellos la información sobre las prendas que se confeccionaban o debían confeccionarse con ellos, así como sobre el origen geográfico, que en ocasiones se menciona en los documentos o puede deducirse por el precio anotado en la moneda correspondiente. Para contestar a la cuestión planteada en el encabezamiento de esta entrada de blog, según el estado actual del análisis de los documentos transcritos, ya podemos desvelar que el “barragán”, comúnmente conocido como tela de lana impermeable, o una mezcla de lana y lino7, en el contexto de la misión jesuítica era predominantemente teñida de negro y servía para los capotes de los misioneros.
Corinna Gramatke
1 Gramatke 2023
2 Strässle et al. 2013
3 Terreros y Pando 1787, p. 422
4 Gramatke 2023
5 Stala 2014
6 Gramatke 2019, págs. 16-23.
7 Dávila et al. 2004, p. 34.
Bibliografía
Dávila Corona, Rosa María, Durán Pujol, Montserrat y García Fernández, Máximo. Diccionario histórico de telas y tejidos castellano-catalán. Castilla y León: Consejería de Educación y Cultura, 2004.
Gramatke, Corinna. “Kunsttechnologische Untersuchungen der Skulpturen in Paraguay, en Die polychromen Holzskulpturen der jesuitischen Reduktionen in Paracuaria, 1609 – 1767, Kunsttechnologische Untersuchungen unter Berücksichtigung des Beitrags deutscher Jesuiten, Vol. 2, Erwin Emmerling y Corinna Gramatke (eds.). München: Technische Universität München, 2019, págs. 7-29.
Gramatke, Corinna. “Indigene Aneignungen und wirtschaftliche Autonomie. Zur Materialität des religiösen Kulturtransfers in der Jesuitenmission im frühneuzeitlichen Paraguay”. Global History 2023. No.1 (Wiesbaden, Harrassowitz Verlag), págs. 107-129 (en prensa).
Stala, Ewa, “Nombres de telas en el Waaren-Lexicon in zwölf Sprachen de Ph. A. Nemnich (1797) ”, Revista de Investigación Lingüística (Murcia), 17, 2014, págs. 191-220.
Strässle, Thomas, “Pluralis materialitatis”, en Das Zusammenspiel der Materialien in den Künsten. Theorien, Praktiken, Perspektiven, Christoph Kleinschmidt y Johanne Mohs (eds.). Bielefeld: Transcript Verlag, 2013, págs. 7–27.
Terreros y Pando, Esteban de (S.I.), Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana […]. Tomo 2. Madrid: Viuda de Ibarra, 1787.